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El miedo por los choques entre facciones del Cártel de Sinaloa que se han repetido esta semana ha hecho que la vida en Culiacán, la capital de ese estado al noroeste del país de un millón de habitantes, se haya ralentizado, obligando el jueves al gobierno del estado a suspender las clases y las fiestas por la independencia de México de este fin de semana.
El gobernador, Rubén Rocha, y el presidente Andrés Manuel López Obrador —ambos del mismo partido— han minimizado la situación y aseguran que las fuerzas locales, estatales y federales tienen la situación controlada.
Pero pese al centenar de fuerzas especiales militares y de aviones y helicópteros artillados que llegaron el miércoles de refuerzo al estado, muchos negocios siguen sin abrir, parte del transporte se mantiene paralizado y las escuelas sin alumnos. El gobernador admitió que podrían seguir los choques entre armados, surgidos después de la detención en julio de dos líderes del Cártel de Sinaloa en Estados Unidos.
En un video divulgado en sus redes el jueves, Rocha dijo que las fuerzas de seguridad de los tres niveles de gobierno están ”disuadiendo algunas acciones violentas pero sobre todo reduciendo al mínimo los riesgos que corre la población”.
Sin embargo, reconoció que por motivos de seguridad “no habrá festejo alguno” por el Día de la Independencia, cuya celebración inicia el 15 de septiembre por la noche. Además, señaló que se suspendían las clases “por la poca afluencia que tenemos en las escuelas” y que las autoridades complementarían la falta de transporte urbano con vehículos del gobierno.
En 2008, un inusual ataque masivo con granadas contra la población civil tuvo lugar en una ciudad al occidente de la capital mexicana justo cuando la población estaba en el festejo principal del Día de la Independencia. Ocho personas murieron y hubo un centenar de heridos.
El presidente López Obrador también lanzó el jueves un mensaje de tranquilidad. “Estamos con presencia suficiente para garantizar la paz, la tranquilidad” en Sinaloa, dijo, en su conferencia matutina.
En Culiacán las cosas se ven muy diferentes.
“El gobierno no controla nada, absolutamente nada”, afirmó tajante Ismael Bojórquez, director del semanario Riodoce de esa ciudad, una publicación especializada en la cobertura del crimen organizado. “Hay mucho miedo, la gente está indefensa”, dijo vía telefónica a The Associated Press.
Y puso como ejemplo cómo el martes entró en la capital un grupo armado con 15 camionetas, algunas artilladas, a plena luz del día y nadie los detuvo. “El gobierno llega después a recoger basura, a levantar los vehículos que quemaron”.
Juan Carlos Ayala, profesor de Filosofía de la Universidad Autónoma de Sinaloa, explicó que solo entre miércoles y jueves le han tocado tres balaceras cercanas “así que aquí estamos, resguardados”.
“La ciudad luce vacía, por todos lados se están enfrentando”, agregó Ayala.
Desde el lunes, la población ha reducido sus traslados, la universidad pública paralizó las clases y las familias dejaron de llevar a los niños a las escuelas aunque el aviso oficial no había llegado.
Un jubilado de 65 años que vive en una comunidad rural en las afueras de Culiacán y pidió que solo se le identificara como Jesús por miedo a represalias, explica que habló con sus hijos para que dejaran a sus nietos en la casa, “que no crean que la cosa está en calma” aunque así lo dijera el gobierno.
Hasta el miércoles, la fiscalía había informado de 9 muertos, 8 heridos, 14 secuestrados así como 16 vehículos robados en actos de violencia ocurridos en Culiacán y otros puntos del estado vinculados con esta situación. No se descarta que el número de víctimas pueda ser mayor ya que los grupos del crimen organizado suelen llevarse a sus propios muertos.
Las autoridades consideran que la detención en julio de Joaquín Guzmán López —hijo del ex líder del cártel de Sinaloa, Joaquín “El Chapo” Guzmán— y de Ismael “El Mayo” Zambada — uno de los capos mexicanos más viejos y astutos — ha provocado desde entonces choques entre el grupo liderado por “El Mayo” y otra facción formada por los Chapitos, hijos de “El Chapo”.
Presuntamente, Guzmán López organizó una trampa para secuestrar a Zambada y llevarle con él a Estados Unidos en un vuelo privado, donde se entregó a las autoridades de ese país, aunque muchos aspectos de esta operación siguen sin estar claros.
Esta lucha interna es para muchos algo que genera más incertidumbres. “Todos se conocen, saben dónde vive uno, dónde vive otro, llegan, revientan las casas se llevan a familiares, y donde se topan con el ejército les tiran” también, explicó Ayala.
Jesús, el jubilado, también cree que cuando se enfrentan criminales que antes eran amigos es peor para la población porque no dejan de atacarse, mientras que cuando el choque es con el ejército generalmente suelen replegarse un poco.
”Obviamente hay una lucha por el poder” dentro del Cártel de Sinaloa, dijo Bojórquez. Y “no hay una acción del gobierno en contra de las células del narcotráfico”.